lunes, 18 de junio de 2012

El gato y la palomilla

Y ahí estaba el gato, con la cabeza recostada en sus patas delanteras observando las nubes. No había nadie en la casa, igual que todas las mañanas y en aquel rincón la luz del sol le daba a su cuerpo el calor que tanto adoraba. De manera perezosa abrió sus ojos y, adormilado, observó lo que había tras la ventana.

Lo que le parecían cientos de casas y un cielo infinito surcado de nubes esponjosas era lo que tenía delante de él. Bostezó aprovechando que no había nadie, en otras circunstancias el bebé de la casa seguramente le hubiese puesto el dedo en la boca, y se estiró cuan largo era. Sí, aquello era una mañana común y corriente. Tenía la casa para él solo, los muebles para afilarse las garras y las camas para dormir toda la mañana.

Sin embargo, un sonido llego a sus sensibles orejas haciéndolo voltear. A su derecha no había nada. A su izquierda tampoco. Se sentó sobre sus patas traseras y, terminando de despertarse, volteó hacia el techo. Antes de llegar a él, vio a un pequeño ser alado que chocaba una y otra vez contra el ventanal que los separaba del balcón de la casa.

-¿Qué haces?-preguntó el minino curiosos tras ver que la palomilla no hacía más que golpearse con el cristal

-Tratando de salir de aquí-contestó enfadada la palomilla -, ¿no es obvio?-

El gato se le quedo viendo y empezó a reírse por lo tonto que era aquel ser. ¿No era obvio que había un cristal ahí? Sin embargo, seguramente faltaban varias horas para que la familia regresara y prefería tener algo de compañía, aunque fuese de aquel tonto y malhumorado ser volador.

-Baja para que podamos jugar- dijo el gato después de un rato sin que nada nuevo pasara -No vas a poder salir-

-¿Me estas retando?-la palomilla empezaba a hártarse de aquella situación, sólo quería salir de ahí

El gato decidió no contestar y esperar. Sin quitarle la mirada de encima y maullando de vez en cuando, esperó a que la palomilla se cansara. El gato reprimió una sonrisa al ver que, nuevamente, había tenido razón y se le quedo observando.

-Cállate-fue lo único que dijo la palomilla antes de empezar a llorar -. Sólo quiero salir de aquí y sentir el aire en mi cuerpo-

Por un instante el gato sintió pena por ella, pero fue solo un instante. Dejó que se desahogara y terminara de llorar antes de convencerla de jugar. Así olvidarás tu tristeza le dijo el gato para convencerla.

Pasaron las siguientes horas corriendo/volando por toda la casa. Una olvidando la tristeza que le causaba su cautiverio y el otro olvidando que estaba sólo en esa gran casa. Cuando se cansaron y sintieron que yo no podían más tomaron un descanso.

-Eres muy graciosa amiga palomilla-dijo el gato dándole una palmada en la espalda.

Esperó una respuesta inteligente de su parte, como todas las que daba, pero la respuesta jamás llegó. Preocupado observó a su amiga y se dio cuenta que aquella palmada, aunque no le hacía nada a sus dueños, para su amiga había sido mortal.

Llorando la lanzó al cielo esperando que aquello fuera una mala broma y su amiga volara. Eso no pasó. Su pequeña amiga cayó sin vida en el piso y el pequeño minino se le quedo observando durante unos instantes, los cuales parecieron eternos. La movió con la pata, pero no hubo ningún cambio. Aún triste, tomó a su amiga en la boca y la trituró con sus dientes hasta acabar totalmente con ella.

-¡Bicho! Ya llegamos-gritó un humano al abrir la puerta, haciendo que el gato saliera corriendo hacia el para restrégarse entre sus piernas.

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